El césped artificial deportivo ha evolucionado con el tiempo hasta convertirse en el mejor exponente de las superficies deportivas del futuro.
No es un secreto que el césped artificial deportivo ha recorrido un gran camino desde su origen en los años 60 en algunos territorios de Estados Unidos, hasta la gran popularidad mundial de la que consta actualmente. Su gran durabilidad, su bajo coste, su carácter ecológico y sus posibilidades tanto técnicas como estéticas lo han convertido en toda una referencia dentro de las superficies deportivas del futuro.
Nacimiento y evolución
Su nacimiento se debió a la gran demanda de césped sintético para infraestructuras deportivas cubiertas. El objetivo era lograr tener características de juego similares al césped natural pero sin los grandes costes de mantenimiento y consiguiendo un mayor número de horas de uso. Las primeras hebras artificiales estaban hechas con hilos de fibrilados de poliamida, conocida popularmente como NYLON. A pesar de sus grandes beneficios, el origen del césped artificial contó con varios inconvenientes: su gran abrasividad y la baja altura de las hebras, lo que facilitaba las lesiones e impedía el uso de zapatillas con tacos.
Durante la década de los 70 y 80 los grandes productores de césped sintético cambiaron la tendencia de sus creaciones. Se cedió en lo referente a la durabilidad, pero se ganó en sensación de naturalidad y se redujo la abrasividad. Empezó a surgir una gran inquietud por encontrar fibras fibriladas y monofilamentos que, combinados, dotaban al césped artificial de una gran variedad de tipos, colores, altura, etc. Es en esta época cuando se introduce la arena de sílice, que se esparcía sobre el césped sintético, protegiéndolo y mejorando la pisada de los jugadores.
Época dorada y actualidad
Estas innovaciones desembocan en la etapa dorada del césped sintético en la década de los 90 llegando hasta la actualidad. Uno de los causantes de este boom fue la aparición del monofilamento de polietileno. Gracias a este material se consiguieron grandes beneficios como reducir hasta niveles nimios el nivel de abrasividad, una mayor amortiguación de las pisadas de los jugadores e incrementar la vida útil del césped entre dos y tres años más. Otro de los aspectos mejorados fue la altura, llegando a conseguir hebras de hasta 60 mm de altura. Todo esto para obtener un césped artificial con una sensación realmente similar a la del césped natural, prevenir lesiones en los jugadores y reducir considerablemente los costes que implicaría el mantenimiento del césped natural.
En nuestros días el sector del césped sintético deportivo no deja de evolucionar convirtiéndose en una industria con un gran futuro en el deporte. Existen una gran cantidad de disciplinas en las que se pueden utilizar este tipo de césped y las ventajas tanto técnicas como ecológicas lo convierten en una de las superficies del presente y futuro para el deporte mundial.
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